Siete veces he despreciado a mi alma:
La primera vez, cuando la vi desfalleciente, y debia llegar a las alturas.
La segunda vez, cuando la vi saltar ante un invalido.
La tercera vez, cuando le dieron a elegir entre lo arduo y lo facil, y escogio lo facil.
La cuarta vez, cuando cometio una falta y se consolo pensando que los demas tambien cometen faltas.
La quinta vez, cuando se abstuvo por debilidad, y atribuyo su paciencia a fortaleza.
La sexta vez, cuando desprecio un rostro feo, sin saber que era el rostro de una de sus propias mascaras.
Y la septima vez, cuando entono un canto de alabanza, y la considero una virtud.